13 de mayo de 2014

Miedos infantiles




Los niños pueden presentar miedos desproporcionados a la oscuridad, a las tormentas, a los extraños… etc. ¿Se puede hacer algo desde casa para solucionarlo? Es importante tener en cuenta los siguientes puntos:

DAR EJEMPLO
El miedo de los padres a no saber qué hacer con esta situación no ayuda a eliminar el miedo del hijo. Es importante que el niño vea que sus padres están tranquilos, seguros y con confianza. No significa que no haya que preocuparse, pero hay que mantener una actitud positiva.

REFORZAMIENTO
Las conductas se mantienen por reforzamiento. Por ejemplo, en el caso de un niño que tiene miedo a acostarse solo, el recurso utilizado con más frecuencia es acostarle con los padres. Esto puede suponer una tranquilidad a corto plazo, sin embargo ese “premio” para el hijo puede que esté manteniendo el problema. Es preferible premiar los pequeños avances, por mínimos que parezcan. Sobre todo, nunca castigar cuando el niño tenga miedo ni utilizarlo en su contra.

INFORMACIÓN
Tener información elimina falsas creencias, supersticiones, etc. Hablar con el hijo de qué es lo que siente, de qué tiene miedo y proporcionarle información con mucha claridad, a veces es suficiente para que el tema deje de ser algo mágico e incontrolable. Se trata de generar en el niño sensación de control y que se sienta capaz de manejar las situaciones. También se le puede ayudar a descubrir estrategias de afrontamiento para esos momentos en los que el miedo aparezca.

EXPOSICIÓN
Exponer al niño a la situación temida de forma brusca es un error. Debe ser algo gradual, llegando siempre hasta puntos que resulten cómodos para él. En los primeros momentos, se debe acompañar siempre al niño, darle apoyo y proporcionarle tranquilidad.

HÁBITOS
Es positivo crear un hábito agradable en el caso de algunos miedos para que la situación temida deje de provocar rechazo. Por ejemplo, si el niño tiene miedo a las tormentas, se podría realizar alguna actividad como sentarse toda la familia junto a la ventana a cantar o a leer cuentos, en definitiva, algo que resulte especial y que sólo pueda hacerse en esos momentos.

24 de abril de 2013

Indefensión aprendida



Tal vez, en alguna ocasión has sentido algo parecido a esto:
“Qué más da lo que haga, si al final todo sale mal”.

O esto…
“No puedo hacer nada por evitarlo”.

Incluso esto…
“Me lo merezco porque soy un inútil”

Sentirse indefenso ante cualquier aspecto de la vida, es lo que se denomina Indefensión Aprendida. Básicamente, cuando ante repetidos intentos de modificar una situación desagradable no se consiguen los resultados que se esperaban, se cae en un estado de desmotivación que lleva a la pasividad. Esa frustración hace que cese cualquier iniciativa de cambiar las cosas.

La indefensión aprendida es muy común en los inicios de la depresión y problemas de ansiedad. Suele estar muy presente en mujeres maltratadas, en niños y adolescentes con fracaso escolar…

Ocurre porque se activa la creencia de que no se tiene el poder de cambiar la situación, ya sea porque nos lo impone una persona externa o uno mismo, y se llega a tomar como una verdad absoluta.

Para evitarlo, el primer paso es identificar que este tipo de pensamientos están presentes. Una vez que somos conscientes, es necesario generar alternativas. Es posible que uno mismo no las encuentre fácilmente, para ello se puede recurrir a alguien que  ayude a buscar  soluciones. La realidad es que verdaderamente TIENES el poder de cambiar las cosas, tal vez no sepamos cómo todavía, pero PUEDES cambiarlas.

19 de marzo de 2013

Profecía autocumplida



Una profecía autocumplida, o también llamada  Efecto Pigmalión”, es una idea que se activa en nuestra mente que nos lleva a comportarnos como si fuera real, teniendo como consecuencia resultados reales

Pongamos como ejemplo a Juan, el cual no conoce de nada a Sara, y un amigo común le habla a ella de él. Dice que es una persona encantadora, simpática y alguien en quien se puede confiar. Inmediatamente, la imagen mental que se crea es “Juan es buena persona”. 

Imagina que poco tiempo después coinciden y son presentados. La idea que Sara tiene acerca de cómo es Juan probablemente hará que se comporte de manera amistosa, que sonría y hable con más cercanía que si no supiera nada de Juan. Casi con total seguridad, él (que tampoco la conocía) responderá de una manera similar, confirmando de esta forma que es una persona agradable, tal y como le habían informado.

Ahora supongamos el caso contrario. Alguien le dice que es una persona antipática y poco leal con los amigos. En el momento en que los presenten, seguramente Sara actuará poniendo un poco de distancia. Ante un encuentro frío,  la misma persona de antes responderá más distante y quizá no tan agradable como en el primer caso. Tras la interacción, Sara confirmará sus expectativas y pensará que Juan en realidad es antipatico.


Hay que ser consciente de que muchas veces actuamos según la idea que nos hemos formado, incluso aunque sea falsa (como hemos podido comprobar en el ejemplo anterior). Por esta razón debemos identificar esas creencias y valorar si ciertamente son infundadas. Cuando nos referimos a los niños, decirles constantemente que son malos conlleva a que activen esa idea en su cabeza, y tiene como consecuencia que se comporten según esa creencia establecida. Es positivo hacerles creer que son capaces de conseguir lo que se propongan. En los adultos, el pensar "no valgo para nada", o "nadie me quiere" son ejemplos del efecto pigmalión que terminan por autocumplirse, convirtiéndose en verdad.

13 de marzo de 2013

Perfección



Desde hace algunos años la obsesión por la búsqueda de la perfección, creada en parte por los medios de comunicación, nos ha llevado a dar prioridad a la imagen que proyectamos. Nos han enseñado que para gustar, hemos de ser los más esbeltos, los más inteligentes, los que más destacan.
Para algunos el más mínimo error supone un problema tan grande que hace que se venga abajo esa imagen que tanto esfuerzo ha costado crear. Una imperfección en la cara o una nota más baja de lo normal puede producir un efecto devastador en el ánimo y en la autoestima.

Pero, ¿está tan valorada en realidad la perfección

Existe un experimento de Aronson, Willerman y Floyd que demuestra que no es necesariamente así. A una serie de personas se les hacía escuchar cuatro grabaciones distintas protagonizadas por un entrevistador que hacía una serie de preguntas de elevada dificultad y un estudiante universitario que las contestaba. Al terminar de escuchar las cuatro grabaciones, las personas deberían valorar la impresión que les había causado cada uno, el grado de amabilidad, etc.
En una de las grabaciones, el estudiante entrevistado contestaba a un 92% de las preguntas bien, además afirmaba modestamente ser el primero de la clase y miembro del equipo de atletismo. En la segunda grabación, se podía escuchar a alguien con el mismo grado de competencia (de hecho, era el mismo actor) con la diferencia de que durante la grabación se le escuchaba cómo se derramaba sin querer una taza de café encima del traje nuevo. En la tercera, únicamente contestaba bien al 30% de las preguntas. Por último, se escuchó cómo se derramaba una taza de café encima, alguien con un nivel similar al de la grabación anterior.
El resultado puso de manifiesto que, la persona que resultaba más atractiva era aquella que con un alto nivel de competencia cometía la torpeza de derramarse la taza de café.

Una persona demasiado perfecta puede ser interpretada como inabordable, distante, incluso puede hacer que los demás se sientan incómodos a su lado. Está bien querer mejorar y ser bueno en lo que haces, sin embargo no hay que obsesionarse. Debemos aprender a tomar las imperfecciones como algo natural, incluso como necesarias para ser realmente PERFECTOS.

11 de febrero de 2013

Soluciones intentadas

 
Cuando una persona es consciente de que tiene un problema, lo primero que hace (con muy buen criterio) es intentar solucionarlo. Se denominan "soluciones intentadas" a aquellas estrategias que llevamos a cabo con la intención de resolver cualquier preocupación. Se utilizan de manera repetitiva y es difícil darse cuenta de que no sólo no solucionan nada, sino que pueden agravar las consecuencias. 

Por ejemplo: - Tengo insomnio, me cuesta conciliar el sueño y cuando consigo dormirme pueden ser las 5 de la mañana. En ese momento comienza un proceso de búsqueda de información acerca de las causas, porqués y tratamientos posibles. Aquellos que nos rodean, preocupados también por el problema, proporcionan toda clase de remedios "caseros" para hacerlo desaparecer.

De esta forma, nos vemos a las 11 de la noche preparando un buen vaso de leche caliente con miel, además de un vaso de agua de azahar con un terrón de azúcar (porque lo pone en internet), hirviendo tres hojas de lechuga para tomarlas antes de acostarse, rallando un par de cebollas para después aplicarlas en la frente y en la nuca (porque a la vecina es lo que le funcionó)…

Aún así, el sueño no parece llegar. Quitamos el despertador para no mirarlo, ponemos el CD de música relajante con sonidos del mar, movemos la cama para que esté orientada hacia el norte,… Y ya son las 5 de la mañana.

A menudo las soluciones que intentamos, en realidad, están manteniendo el problema. Introducir nuevas preocupaciones a las que ya tenemos es un error. El insomnio sólo es un ejemplo, pero para cualquier adversidad que intentemos solventar en la vida, hemos de pararnos a pensar si realmente todo lo que hacemos por  solucionarlo está resultando eficaz, o si por el contrario, está ayudando a que el problema perdure.

Entonces, ¿qué se puede hacer? Busca opciones que, aunque parezcan estar en contra de toda lógica, tal vez tengan efectos positivos. Si tampoco funcionan, consulta a un especialista, podría darte un nuevo punto de vista que todavía no hayas tenido en cuenta.